⚠️12 víctimas en los primeros meses del 2025. 12 femicidios perpetrados por ex parejas o conocidos de las víctimas. Un numero terrible para Italia.⚠️
No voy a entrar en detalles, porque los medios han explicado ampliamente como y donde han ocurrido, contando incluso algunas características de como se produjeron los femicidios. Me interesa profundizar los motivos, porque creo que puede ayudar a trabajar sobre la prevención de la violencia de género, a través de la educación.
En el caso de Mark Antony Samson (femicida de Ilaria Sula), los motivos se refieren a la incapacidad de aceptar un “no”, a la negativa de que su expareja pueda reconstruir su vida lejos de él. Stefano Argentino, compañero universitario y femicida de Sara Campanella, no aceptó un “no” aún sin haber iniciado una relación sentimental. Stefano la acechaba desde hacía tiempo para salir con la joven y ante su negativa, la mató.
Dos casos que no son aislados. Estos dos jóvenes no son monstruos, son “hijos sanos del patriarcado”, que han aprendido a través de películas, series, la escuela y la sociedad en general, que las mujeres son objetos para usar y descartar. Por estos hombres, las mujeres no son sujetos de derecho. No pueden ni deben decir “no”. Deben someterse al deseo de ellos.
Y como nace esta idea?
Todo el sistema sociocultural contribuye a sustentar y reproducir este concepto nacido en la antigüedad, pero que sigue vivo hoy en día a través de muchos prejuicios, estereotipos, roles, etc. Históricamente, el patriarcado no es más que un sistema de organización social en el que la autoridad la ejercia el varón cabeza de familia, dueño del patrimonio, que incluía a sus hijos, esposa, esclavos y propiedades. Y aunque muchas cosas han cambiado ahora, la realidad es que esa autoridad se sigue ejerciendo en muchos casos… y, obviamente, no es fácil renunciar a privilegios.
Por esta razón, la educación en particular, se convierte en una herramienta fundamental de transformación. No como una solución mágica, sino como un camino poderoso y profundo para desmantelar la cultura patriarcal desde sus raíces.
¿Qué podemos hacer desde la educación para prevenir los feminicidios?
👉Educar para la igualdad desde la primera infancia
Las ideas sobre lo que un hombre o una mujer “debería” hacer comienzan a formarse en los primeros años de vida. Si continuamos diciendo en el jardín infantil que los niños no lloran y que las niñas son más delicadas, ya estamos haciendo una diferencia peligrosa. Es esencial que en todos los niveles de la educación promovamos la equidad, desafiemos los estereotipos y brindemos espacio para la expresión emocional libre, empática y diversa.
👉 Incluir Educación Sexual con perspectiva de género real y crítica
La educación sexual no se limita sólo a métodos anticonceptivos. Es una herramienta para comprender el respeto, el consentimiento, las relaciones saludables y la autonomía. En muchos lugares se trata superficialmente o incluso se evita. Es necesario fortalecerla, capacitar al profesorado y asegurar que sea transversal, continua y con perspectiva de género.
👉Capacitar a docentes y equipos escolares en el tema de prevención de la violencia
El sistema educativo debe ser capaz de detectar señales de violencia y actuar en consecuencia. Para ello necesitamos profesionales capacitados, con herramientas para intervenir, acompañar y prevenir. Esto implica no sólo una formación técnica, sino también un profundo trabajo interno sobre los propios prejuicios y creencias.
👉Cuestionar y revisar los contenidos y materiales escolares
¿Qué historias se están contando? ¿Qué patrones familiares se muestran? ¿Cuál es el papel de la mujer y la diversidad en los libros de texto? Revisar críticamente los contenidos que circulan en las aulas nos permite romper con narrativas que reproducen la desigualdad, la exclusión o la naturalización de la violencia.
👉Crear espacios seguros de diálogo y reflexión para los estudiantes
No basta con proporcionar información; Necesitamos dar voz. Las aulas deben ser espacios donde podamos hablar de lo que nos duele, de lo que nos molesta, de lo que vivimos en casa o en la calle. Escuchar a los jóvenes, trabajar en talleres, grupos de expertos y proyectos participativos es esencial para crear conciencia y redes de apoyo.
Mirar para otro lado o pensar que esto es un problema de “otros” significa seguir respaldando el sistema que mata.
La violencia de género no surge de la nada. Se aprende. Pero también se puede desaprender. Y aquí, la escuela, la universidad, los espacios educativos en general, tienen un papel que no pueden ni deben eludir.
Porque prevenir un feminicidio no empieza cuando la víctima ya lo denunció —empieza antes, mucho antes—, cuando le enseñamos a alguien que no tiene derecho a poseer a otra persona, que amar no significa controlar, que el “no” no es una provocación, sino una palabra que debe ser respetada.